Queda visto, o al menos yo lo percibo como tal, que no soy...común. Está claro que todos somos únicos, de un modo u otro, está claro. Pero como todo hay grados, hay listas, pues tanto tú como yo somos animales racionales, tendemos a organizar,a tenerlo todo medido y con ello sencillamente, sentirnos un poco menos sumidos en un caos que nos puede llevar a cosas tan poco gratas como la ansiedad ¡vieja bruja! Cuánto malestar causas y cuán inoportuna eres...

En cierto modo me considero un poco así.
Y quizá tú lo seas. Quizá tu te sientas distinto al resto, quizá tu tema de conversación más interesante sea la creación de ideas, o el motivo por el que prefieres vagar solo a encontrarte con gente, por el simple echo de que voces ajenas, más allá del ruido de las pisadas de tu perro o de los acordes de la música de tus cascos, espanta tus ideas. Quizá sea el por qué esas frases echas (sé cómo te sientes, espero que mejores pronto, todo irá mejor, lo que tienes que hacer es...) te irritan tanto, por qué te ponen tan de los nervios. Quizá es porque sabes que están vacías (¿lo sientes así? ¡Yo también!). Quizá, amigo cuervo, tu mejor salida sea...componer, echar todo eso que no hace más que golpearte en la cabeza con insistencia, quizá plasmarlo en un dibujo, vomitarlo en un relato, en un personaje que sea una parte de tu alma con el pelo largo, negro y espeso y que baile simplemente porque le urge sacar todo ese ruido, esas ideas, esas...cosas que apenas puede contarle a nadie. Es demasiado pesado, demasiado grande, demasiado...estridente ¡es demasiado, cuervo!
Créeme, si en algún momento te sentiste identificado, yo me siento así. ¡Puedes hablar, yo estoy aquí, yo quiero hablar contigo! Quiero compartir ideas y planteamientos que nadie ha planteado, quiero saber qué tiene para tí la soledad que te gusta tanto, qué sentido tiene para tí (no porque yo dude de que tenga sentido...).
Te contaré una historia, amigo cuervo:
Una vez hablé con un amigo, alguien a quien considero un poco cuervo también, una cabeza que bullía de ideas y de una creatividad muy fuerte. Tanto que ahora mismo sin aquellas ideas, yo no habría tenido más de una de las mías. Alababa mi propia creatividad y le contesté "si no creara hacía tiempo que habría explotado".
Yo, en mis 21 años de existencia, no he tenido una vida especialmente común. Creando historias desde que supe escribir, en mi propio mundo desde siempre, aislada y con demasiado sobrepeso como para eludir el común bulling de primaria. Cuando los demás niños se esforzaban en el sprint final de primaria yo despertaba una mañana y encontraba a mi madre en el suelo. Tenía once años, querido cuervo. Hace nueve años y recuerdo cada color, cada sombra, cada pieza de ropa que vestí aquella mañana de mayo. No estoy segura, lo veo como una bruma en mi cabeza, pero desde entonces mi creación se volcó en eso. Redacciones, historias (gané un premio con una historia así y me compré una caja de 24 alpinos...) y personajes. Tantos que no puedo recordar el nombre de todos. Pronto llegaría mi tabla de salvación con un tema de Aerosmith, Dream On, y luego Nightwish y su Ever Dream, Sonata Arctica y Draw Me y Fullmoon, No Dream Can Heal a Broken Hart. Luego Tarja y su maestra, y Kay. El ver que en aquel lugar podía respirar, podía olvidarme del mundo, del feo patio del instituto, de los compañeros que no dejaban de burlarse, de la mirada reprobatoria de la profesora que decía que solo escribía fantasía y del resto del mundo, de una realidad que sentía que cambiaba demasiado rápido para mí, sin sentirme aferrada a nada mas que a lo que mi cabeza me ofrecía. Mis historias, las historias de otros (¡Dimitri! En qué buen momento llegó Dimitri a mi estantería...¡gracias!). Sentía que podía huír de aquella realidad aburrida y desagradable.
Descubrí que dibujando podía darles vida a quellos que me acompañaban en mis ratos de desconexión de la realidad. Que podía acariciarles el rostro, decirles que les echaba de menos, que los necesitaba conmigo.
Pronto la realidad se oscureció más, y más con la llegada de una mujer, y durante un año solo la idea de estar en casa me produjo pánico. La idea de convivir en el salón de mi casa, el ser constantemente puesta a prueba, juzgada sin poder defenderme, como en la inquisición que aquella recién llegada tanto atacaba, aquella libertad que ella proclamaba en sus carteles de propaganda republicanos que me era negada con pruebas trucadas y el hecho de "nadie puede haber sido más que tú o tu perra".
Aquello acabó, afortunadamente, y con ello, como una celebración, un concierto de Malsujeto, una mudanza, presentaciones de libros, gente, más gente, aún más gente, una sala de conciertos que tenía una moto en el techo. Y el miedo, y la ansiedad, y el "eres demasiado joven". El "nadie lleva esa chaqueta a un concierto".
Demasiadas cosas, demasiada gente, demasiadas voces que no hacían más que señalarme, decirme que
estaba loca, que era una cría. ¿Pero qué podía hacer?¿Qué sabían? ¿Qué podía decir a ello?
Querido cuervo, amigo mío, podría seguir ¡aún sigo haciendo ésto, necesito hacerlo! pero no quiero eternizarme. Quizá no sea como tú, quizá si. Pero tengo claras varias cosas. Si tu alguna vez necesitaste de hablar cosas extrañas, temas más allá de los comunes, yo estoy aquí. Si necesitas desahogarte, yo estoy aquí, si necesitas dar una vuelta, o tener a alguien con quien darla en silencio, yo estoy aquí. Si sientes dolor, yo estoy aquí, con los brazos abiertos. Quiero escuchar tu historia, quiero que sepas que soy tan extraña como quizá tu te sientas a veces.
O si no quieres contármela...solo quiero que sepas que no eres tan extraño, que yo quizá sea como tú.
Un abrazo, querido cuervo.
Herestia, que quiere irse a dormir de una vez...
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